miércoles, julio 25, 2007

Esas cosas que hacen historia


Hace unos días atrás mi pareja me pidió que la pasara a buscar a casa de unos tíos que viven en San Miguel, en cuanto me desocupe la llamé y pedí me diera la dirección. Mientras me acercaba a la casa de los tíos de mi Paola, recordaba otros tiempos en que recorría esas mismas cuadras con casi treinta años menos. Era un adolescente y ese era el recorrido obligado para ir a casa de una amiga, a la casa de su familia, en donde un regordete y muy simpático hombre adulto, nos recibía con un cariñoso corazón de hombre bueno. Mas de una vez en esa casa baile y me reí durante horas. Bailar y pasarlo bien eran la única premisa, también hacerle los puntos a las chiquillas, pero que como en su mayoría eran compañeras de curso, poco nos daban bola, por lo menos a mí.
No puedo dejar de recordar un patio frondoso y generoso en espacios, donde nos instalábamos a bailar en filas siguiendo la línea del parrón, mientras el "tío Juan" se prodigaba en cuidados y atenciones, su titulo no era sólo una nomenclatura melosa de un grupo de adolescentes aduladores, este si era uno que se merecía el titulo de "Tío". Había entrado a nuestras vidas en un paseo de curso al que asistió para cuidar a su hija, en aquel entonces aún se estilaba que los papas acompañaran a sus hijos en viajes de veraneo, sobre todo si las chicas eran acompañadas por rufianes como el que escribe y sus amigos. Don Juan Ábrigo, luego de ser convencido por otros apoderados, o por la madre de su hija, nos acompaño al paseo de fin de año, que desde 2º Medio realizábamos como curso, en los primeros días de Diciembre, con el Tabo y varias playas más del litoral central a nuestra disposición. Ese paseo si no me equivoco se realizó en 1981 al finalizar el Tercero medio
Ese año los dueños de la cabaña, habían tenido la fantástica idea de conseguirse otra cabaña, que quedó a entera disposición del grupo de hombres del curso, teniendo como único chaperón a nuestro gentil "Tío Juanito". Como bien mandan las buenas costumbres le ayudamos al Tío a preparar una cama con un colchón de dos plazas que había en la cabaña, que por no estar aún terminada, nos permitía tener un solo ambiente, es decir con todos los esqueletos de las divisiones entre piezas, pero sin tabaquería, por lo que podíamos ver en todas las direcciones y a todos los que allí habitamos ese verano. El Tío Juan, era de esas personas que ayudan a hacer validos los dichos populares, "era un gordo buena gente" y más que chaperón, ese año fue uno más de nosotros, su peso no fue impedimento para que nos siguiera por todos lados y nos acompañara en nuestras bajadas a la playa, de varios kilómetros de caminata, tanto en el horario de mezclar nuestra niñez que se perdía con los primeros flirteos con nuestra juventud , como en las noches donde buscábamos en fogatas playeras esa juventud que se nos escaparía como el agua entre los dedos.
Esos días playeros quedaron en el recuerdo, con más de una anécdota que hace reír a algunos, sonrojar a otros y definitivamente me pone a mi añorar el haber vivido con más intensidad esos mismos hechos. Hoy cada tanto nos reunimos a celebrar esos ritos tan necesarios, vernos las caras y ayudarnos a sentir que no ha pasado tanto tiempo, aún cuando mucha vida hemos recorrido. Sólo creo ser un poco justo al recordar a ese hombre sencillo y buena gente que se permitió no sólo compartir con nosotros, sino que ser un cómplice de nuestros días de esparcimiento

Para contar sin descontar

"La sola ilusion de que un día caminariamos sobre la luna, hizo que el pequeño hombre quisiera tocar con sus manos la eternidad, pero antes de que el astro inerte estubiera a sus pies, pudo hacer de ella un simbolo y opbjeto de su deseo, tan solo usando la palabra"...

Los cuantos vienen envueltos en distintos formatos, unos como tinta y papel en un libro otros como letra y música en una canción.

Martes de 21:00 a 23:00 horas, Bio Bar, Macul 97 Ñuñoa